Por: Martín Hernández
La industria cinematográfica mexicana enfrenta una dura realidad: una red de abusos laborales y situaciones de explotación que afectan a muchos de sus trabajadores. Aunque el cine mexicano ha sido un pilar para la cultura del país, los abusos dentro del sector parecen ser un fenómeno bastante común, y lejos de terminar.
El libro Trabajar en la industria fílmica: Experiencia laboral y costos subjetivos, escrito por Aiko Alonso, Edgar Belmont, Cristián Calónico, Claudia Garibaldi y Claudia Loredo, revela con detalle las problemáticas que los trabajadores enfrentan en el sector. Este estudio subraya cómo la informalidad y la falta de políticas laborales adecuadas están dejando a los cineastas y trabajadores de la producción en una situación de vulnerabilidad extrema. En este sentido, Claudia Garibaldi, una de las autoras del libro, señala que la falta de conciencia política en la industria impide que los trabajadores se reconozcan como tales, bloqueando la posibilidad de que se protejan y reivindiquen sus derechos.

Los datos ofrecidos en esta investigación muestran una realidad alarmante: el 46% de los trabajadores de entre 25 y 44 años que forman parte de la industria cinematográfica mexicana experimentan inestabilidad emocional, inseguridad económica y depresión debido a la ausencia de prestaciones sociales. El estudio también revela que, mientras que el 38% de los hombres en el sector han pensado en abandonar la industria, esa cifra asciende al 55% en el caso de las mujeres, y al 90% entre las personas no binarias o transgénero.
Estos datos no son un caso aislado, ya que las denuncias de abuso sexual y acoso en la industria han cobrado notoriedad en los últimos años. Más de 50 mujeres de México, España y Colombia han acusado al cineasta Eduard Cortés de ofrecerles trabajo a cambio de favores sexuales, un patrón de comportamiento que demuestra la impunidad con la que operan muchos cineastas y productores. La gravedad de estas acusaciones se ve aún más reflejada en la dificultad de las víctimas para obtener justicia, debido a la falta de pruebas físicas y la prescripción de los delitos, lo que pone de manifiesto una vez más la ineficacia del sistema legal para hacer frente a estos abusos.

Un caso más reciente de controversia es el escándalo relacionado con el doblaje latino de Shrek 5. El actor Alfonso Obregón, conocido por su papel de Shrek, fue detenido por acusaciones de abuso sexual contra sus alumnas. Aunque fue liberado por falta de pruebas, las implicaciones sobre su participación en el proyecto aún persisten, mientras Eugenio Derbez, quien presta su voz a Burro, ha expresado su preocupación por las restricciones creativas impuestas por el nuevo equipo de producción, lo que pone en tela de juicio el ambiente laboral dentro del doblaje latinoamericano.
Estos episodios son solo la punta del iceberg. Muchos en la industria señalan que la corrupción y la desigualdad son problemas endémicos que afectan el desarrollo y la estabilidad del cine mexicano. Edgar San Juan, reconocido productor, denuncia que “en México parece que entre más corrupto seas, más lejos puedes llegar”. Esta afirmación refleja el sentimiento generalizado de que la industria está gobernada por una élite que se beneficia del abuso de los más vulnerables.

Ante este panorama, la necesidad urgente de reformas es evidente. Es fundamental que se implementen políticas públicas que promuevan condiciones laborales dignas, que eliminen la violencia de género y que protejan a todos los involucrados en el cine mexicano. Además, se requiere la creación de mecanismos eficaces para prevenir los abusos y sancionar a quienes los cometen, asegurando un entorno seguro y justo para los cineastas, actores, y técnicos que hacen posible el cine nacional.
Solo con una transformación estructural en la industria se podrá garantizar un futuro en el que la creatividad y el talento prevalezcan, sin que se vean empañados por prácticas que socavan la dignidad de quienes hacen posible este hermoso arte.