Aún en proceso de recuperación, el papa Francisco reapareció brevemente este Domingo de Resurrección para ofrecer la bendición Urbi et Orbi desde el balcón central de la basílica de San Pedro, en uno de los gestos más esperados de la Semana Santa, que este año vivió desde la distancia.
El pontífice argentino, que ha permanecido al margen de las celebraciones litúrgicas por complicaciones respiratorias, se dejó ver en silla de ruedas ante los más de 35 mil fieles congregados en la plaza vaticana. Sin oxígeno visible y con voz limitada, sólo alcanzó a desear una “Buena Pascua” antes de ceder la lectura del mensaje pascual al maestro de ceremonias.
Esta ha sido una Semana Santa atípica para el papa, marcada por la ausencia en los principales ritos. Su estado de salud, tras una neumonía que lo mantuvo hospitalizado durante 38 días, impidió su participación plena. Apenas el jueves se desplazó brevemente a la cárcel de Regina Coeli para saludar a los internos, una visita simbólica que ha mantenido desde el inicio de su papado.
El sábado, sorprendió a los presentes al presentarse discretamente en la basílica de San Pedro para orar antes de la Vigilia Pascual, donde se detuvo a conversar con algunos peregrinos. A la salida, cuando los medios le preguntaron cómo vivía estos días, respondió con sinceridad: “La vivo como puedo”.
La escena de este domingo —un papa frágil, pero presente— dejó ver el esfuerzo de mantenerse conectado con los fieles en una fecha clave para el mundo católico, y al mismo tiempo reveló la vulnerabilidad de un pontífice que atraviesa uno de los momentos de salud más delicados de su papado.
